Margaret Atwood ‘El cuento de la criada’
Margaret Atwood publicó en 1985 ‘El cuento de la criada’ (en inglés: ‘The Handmaid’s Tale’) una novela que anticipaba en aquel momento aún más lo que nos supone leída hoy. La obra sigue siendo una distopía, es decir, estamos ante una obra de ciencia ficción, pero como ocurre con ‘1984’ de George Orwell, conforme la novela envejece más actual se presenta, menos distopía es. Por ello, ‘El cuento de la criada’, más allá de quienes pretenden verla sólo como un relato de un mundo que nunca podrá ser, es un alegato contra la misoginia, la violencia machista institucionalizada, el fundamentalismo religioso de cualquier signo.
La novela ha vuelto al escenario de las novedades a propósito de una reciente serie de televisión que recrea en parte el espíritu del relato de la escritora canadiense. ‘El cuento de la criada’ nos traslada a unos Estados Unidos, donde, tras unos supuestos ataques terroristas, una facción ultraconservadora y religiosa se hace con el poder y proclama la república de Gilead, un nuevo país basado en una concepción fundamentalista del cristianismo que suprime las libertades individuales y divide a la sociedad en castas. Debido a los problemas de reproducción de las élites, las mujeres aptas para procrear son convertidas en criadas, y su único fin consiste en engendrar los vástagos de las familias de la clase alta. Ahí seguiremos la historia de Defred, una criada que deberá enfrentarse con la pérdida de su familia, de su compañero y de su hija, al mismo tiempo que ha de vivir en esas condiciones de esclavitud.
Pero Margaret Atwood no inventa nada: Todos los detalles forman parte de algo ya existente: tanto la psicosis entre la población por los posibles espías infiltrados, como el fundamentalismo religioso, o la eugenesia, todo está sacado de la vida real, y eso quizá es lo más terrorífico de esta obra. Porque de esa agresión a lo femenino nace el terror en el que desemboca la obra: una represión total, un miedo visceral que es ejercido desde el poder, en el cual toda la sociedad es una víctima callada. La distopía de Atwood es inquietante, como todas las distopías, pero no deja de tener su anclaje en la realidad contemporánea.
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